La vida de una autora autopublicada de romance new adult en la era digital.

En las sombras de mi estudio donde el único sonido es el repicar frenético de mis dedos sobre el teclado de mi ordenador, comienzo a narrar mi historia, una verdadera historia de terror. No es de vampiros o monstruos bajo la cama, sino algo mucho más aterrador: La vida de una autora autopublicada de romance New Adult en la era digital.

Mi nombre es Vanessa Flores y estos son los diarios de mi travesía por el inframundo editorial.

Todo comenzó con Primeras Impresiones, un título irónicamente profético, pues en el mundo de Amazon y de las redes sociales, las primeras impresiones son tanto tu salvación como tu condena eterna. Con cada nuevo seguidor en Instagram, sentía cómo mi alma se entrelazaba más estrechamente con el destino de mi creación. Pero, ¿acaso sabrían estos inocentes navegantes digitales que detrás de cada filtro de Instagram y cada video de TikTok, se escondía una batalla épica contra algoritmos demoníacos y la constante amenaza del olvido digital?

Unos meses después llegó Dos Mitades Perfectas de un todo, una historia de amor que reflejaba mi propia lucha por unir mi pasión por la escritura con mi odio por las redes sociales que tan atormentada me tenían. Cada publicación en Instagram era un hechizo lanzado al vacío, cada Pin en Pinterest, un conjuro para invocar a las lectoras. Pero en lugar de príncipes azules o caballeros valientes, lo que a menudo encontraba eran trolls invisibles que dejaban una estrella silenciosa en mi cuenta de Amazon. ¡Alzad la voz valientes! las críticas constructivas suman, la estrella solitaria solo propina cuchilladas superficiales que hace manar pequeñas gotas de sangre en el amor propio de la escritora.

En el Umbral de tu Corazón, mi obra más reciente, que parecía estar maldita desde el principio. Cada página estaba impregnada de mi sangre, sudor y lágrimas (y una cantidad considerable de té matcha que corría por mis venas), cada capítulo un ritual para atraer a las almas errantes de las lectoras hacia mi mundo. Pero en este reino de sombras que es la autopublicación, incluso el amor más apasionado puede ser devorado por las sombras del anonimato.

Noche tras noche, me sentaba ante mi altar de escritura, una reliquia antigua conocida como escritorio, y ofrecía mis oraciones a la diosa Jane Austen. Con cada sorbo de té matcha, sentía cómo la teína me llenaba de una energía sobrenatural, permitiéndome escribir palabras que esperaba, resonarían en las almas de mis futuras lectoras.

Pero el terror no residía en la escritura misma, sino en el silencio que seguía a cada publicación que hablaba sobre mis libros. Era un silencio ensordecedor, roto solo por el ocasional kling de una notificación en Instagram, cada una un latido en el corazón de mi esperanza.

Sin embargo, la verdadera pesadilla comenzaba cuando el sol se ponía y las sombras de la duda se arrastraban por las paredes de mi estudio (un pequeño escritorio en mi dormitorio). En la oscuridad podía ver las figuras de mis personajes acusándome con sus ojos de tinta, preguntándome por qué no eran tan famosos como los vampiros adolescentes rebozados en purpurina o los magos huérfanos con cicatrices. Y yo, con mi taza de té matcha temblorosa en la mano, no tenía respuestas para ellos.

Las redes sociales, ese laberinto de espejos y humo, de ficción maquillada de realidad, se convirtieron en mi campo de batalla. Armada con espadas afiladas por los hashtags en tendencia y publicaciones como escudos, luchaba por cada like, cada comentario en IG, cada video viral en TikTok. Pero por cada seguidor ganado, parecía perder dos en las sombras, por no devolver el #followxfollow que muchos creen un derecho implícito en Instagram.

Y entonces, en la hora más oscura, cuando incluso mi fiel té matcha parecía abandonarme frío y disuelto en lo más profundo de mi taza de Starbucks, sucedió algo milagroso. Una lectora, una valiente alma que había tropezado con Primeras Impresiones en Amazon, dejó una reseña. Era una reseña que brillaba como un faro en la noche, una luz de esperanza que decía: Este libro me tocó el corazón.

Esa única reseña fue el amanecer que rompió la noche de mi desesperación. Pronto, otras siguieron, cada una un rayo de luz perforando la oscuridad. Las lectoras comenzaron a reunirse alrededor de mi fuego, calentándose con las historias que había tejido. Y aunque sabía que la batalla estaba lejos de ganarse, por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez, solo tal vez, podría sobrevivir en este mundo editorial aterrador.

Así que aquí me siento Vanessa Flores autora autopublicada, adicta al té matcha y luchadora incansable. Con cada historia, invoco un poco más de la magia del romance new adult y con cada taza de matcha latte, me preparo para el próximo desafío. Porque en este relato de terror, el final aún no está escrito, y cada nuevo día es una oportunidad para que la historia de mi vida tome un giro hacia un final feliz.

Me puedes seguir aquí en Instagram y aquí en Tiktok y recuerda, no doy followxfollow 🙂

¿FIN?

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4 comentarios en «La vida de una autora autopublicada de romance new adult en la era digital.»

  1. Ay… Te entiendo perfectamente, pero tenemos que entender que somos una persona, no una empresa con departamento de marketing y a saber cuanto dinero para invertir en publicidad y donaciones. Los vampiros con purpurina se hicieron famosos al otro lado del charco, como tantas otras obras súperventas, y eso es algo que también hay que tener presente, así que no te tortures. Como me dijiste una vez lo importante es que te lean, y si a esa chica le tocaste el corazón no deberías dejar que el algoritmo de los huevos te amarga se la vida (soy la primera en saber que es más fácil decirlo que hacerlo, pero ¿qué otra cosa te puedo decir?)

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    • Tienes toda la razón. Intento relativizar y tomarlo con calma y humor no obstante, no siempre es fácil. Sea como sea seguiré en plan hormiga y si no se llega a vampiro con purpurina no pasa nada. 😉

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    • Mil gracias! Qué te voy a contar? Ya sabes que todo el tema de las redes sociales se me hace muy difícil, pero no hay escapatoria. Poco a poco abriremos camino! 🙂

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